domingo, 16 de mayo de 2010

Meli, una gata especial


La historia de Meli, una de mis hijas felina, se remonta allá por el mes de Diciembre del 2001, época en que aquí los calores se empiezan hacer notar ya que los veranos son muy bravos. Ella y su mamá eran esas morrongas que viven en los techos y que con el fresco de la noche se acercan bajando por los tapiales, pidiendo comida y alguno que otro mimo de palabras , ya que no se dejan tocar,a pesar de que nos vean todos los días porque  les damos de comer y agua fresca.
Pero Meli  siguiendo a su mamá calló a un techo más bajo , y un ángel de vecina la rescató y comenzó una lucha por salvarla que no nos esperábamos. Meli comía,  pero poco era lo que tragaba, solo podía tomar líquidos y aunque le hacíamo papillas, comía dos sorbos y el resto no pasaba. Como mi amiga no podía tenerla, porque tenía ya una perra y dos gatas, yo  la traje a mi departamento y un vetirinario amigo vino a verla y comenzó la gran odisea. Radiografías, análisis, hicimos consultas con otros colegas, tratamiento y en 48 horas la cara del veterinario me dió a entender que Meli no tenía solución, y no me resignaba a semejante diagnóstico, teniendo en cuenta que 20 días antes habia muerto mi gata Duquesa después de haberla tenido 16 años. El problema de Meli estaba en el esófago, a medida que ella ingería comida, parte pasaba y parte se acumulaba en la menbrana que en forma de bolsita  obstruía  parte del alimento. No se podía esperar, la desición había que tomarla y no encontraba una razón lógica para sacrificarla,  sufría pero solo de hambre. Operarla no se podía , al menos en mi ciudad, por falta de instrumental preciso, por ser una operación muy delicada y ella muy chiquita y que no sabíamos si iba a sobrevivir.La decisión fue rápida, yo iba a salvar a Meli buscando la forma de que comiera. Pollo , caldo, semolin, cocido y licuado, y comenzó otra odisea entre risas y lágrimas y algunas trasnochadas.
Paradita en una silla con sus dos patitas sobre la mesa y estirada como mirando hacia arriba de a sorbo comenzó a comer. Una hora y media a la mañana y otro tanto a la nochecita era el tiempo que me llevaba darle de comer. El institnto de supervivencia hacía que solita todas las veces subiera a la silla esperando su comida.
Nunca  me voy a olvidar cuando el veterinario me hablaba  y ella no dejaba de mirarme, como diciendo que vas a hacer conmigo. Costó mucho sacarla a flote, y  con esas miradas de las que tanto nos entendíamos, puse su plato de comida en el suelo y le pedí que comiera desde allí y oh milagro!, a partir de ese día Meli come de su plato.
Acostumbrada a tener dos morrongas, antes del año, cayó del techo a mi patio, Pelu, también siendo bebé, y supongo  que ha sido cosa del Supremo porque decir casualidad es poco. Hoy Meli tiene siete años y nunca tuvo un problema. Sigue comiendo licuado. Le gusta el yogourth, el atún desmenuzado, el queso crema, carnes con verduras licuadas y postrecitos de dulce de leche.Ambas son mis compañeras inseparables, jugando me hacen líos, me desenchufan el teléfono, han roto mis anteojos, adornos, plantas y corren por todo el departamento como si fueran criaturas.
Amo a los animales y especialmente a los felinos, quien no tenga animales tal vez no entienda todo ésto, pero ellos son agradecidos, compañeros fieles y generan tanto amor que uno no puede menos que quererlos. Creo que si su promedio de vida fuera mucho más extenso llegarían a hablar y tambien soy una convencida que no hay nada que no valga la pena intentar hacer.
Mabel

5 comentarios:

Higorca Gómez Carrasco dijo...

Querida amiga, no he podido terminar ese bello relato, también yo tengo una gatita preciosa y sobre todo muy cariñosa, pero me recordaste a la historia de una perrita nuestra, era lo más dulce, estuvo muchos años con nosotros, cuando ella se fue, nuestra gata y un caniche que estaban con ella, sufrieron mucho, ahora siguen con nosotros y se quieren un montón.
Besos

Ricard dijo...

Mabel, que momentos mas angustiosos deviste pasar al recibir el diagnostico y la gatita mirandote con cara de pena.
Tu labor y tu constancia ayudaron a sacar adelante a la gatita y este gesto dice mucho de ti.
Casualmente ayer estuve en casa de mis pasdres y una hurraca atrapo al pajarito que tenian en una jaula, Le arranco el ojo, una ala y esta todo magullado, casi muerto.
Te puedes creer que esta noche no he podido dormir de la angustia y los nervios? Me dio mucha pena.
Hubioera preferido no haberlo visto.
Los animales nos necesitan tanto como los necesitamos a ellos.
Un abrazo.
Ricard

Helga F Moreno dijo...

Mabel, ¡que mal rato pasaste! Menos mal que acabó bien!
La verdad que les llegas a querer muchísimo, a cualquier animal que tengas, todos son cariñosos y acaban desarrollando una complicidad muy grande con los humanos con los que conviven. Repito la frase de Ricard, nos necesitan tanto como nosotros a ellos.
Un abrazo!!!!

MA dijo...

Una tierna historia con final feliz y todo por la dedicación y el amor a tu gata, me gusto leer tu entrada de blog ,es muy humana y de una sensibilidad extraordinaria.

Besos de MA para ti.

Mabel dijo...

Higorca. Qué demostrativos que son los animalitos!, solo hay que observarlos, ellos son alegres pero cuando sufren también lo demuestran, la verdad que conmueven.
Gracias por tus palabras.
Besosss

Richard: El doc, cuando le dije que la iba a salvar, me sonrió y me dijo pero no va a durar mucho, hasta hoy ya es mucho, y está sana y hermosoa.
Me gustó eso de que los animales nos necesitan y ellos a nosotros.
Gracias por pasar.
Un abrazo

Luna:Si, estos bichitos generan mucho cariño, y fueron largos cinco mese que le dí en la silla de comer. Los primero días fue muy angustioso, porque era solo pielcita y huesos, pero salió airosa.
Gracias por comentar
Besotes

MA:Para mí las morrongas son como hijas, están bien cuidadas y atendidas y soy muy sensible con los animales. Ellas me pueden, me hacen pasar ratos muy divertidos.
Gracias por estar siempre.
Te mando un beso.